Se cumplen 100 años de la edición del primer libro de poesías de Jorge Luis Borges que por aquel entonces contaba casualmente con 23 años de edad. Lo público la Imprenta Serantes, hay quienes consignan que el propio escritor pago la edición y quienes señalan que lo dejo en la revista en la cual trabajaba para que lo publicaran.
La tapa llevaba una ilustración de Norah Borges y la tirada constaba aproximadamente de 300 ejemplares. La primera edición contaba con 46 poemas y un prefacio. La temática de los poemas está relacionada con Buenos Aires, con sus personajes, sus calles y sus características. Están escritos en verso libre y en la primera persona del singular y ocasionalmente a veces del plural. En el libro se incluyen poemas dedicados a Juan Manuel de Rosas y al Cementerio de la Recoleta entre otros.
El libro será reeditado por Editorial Sudamericana este año y se le dedicara un ciclo especial en la Feria del Libro con invitados nacionales e internacionales teniendo por objeto reivindicar el valor de la obra.
LAS CALLES
Las calles de Buenos Aires
ya son mi entraña.
No las ávidas calles,
incómodas de turba y ajetreo,
sino las calles desganadas del barrio,
casi invisibles de habituales,
enternecidas de penumbra y de ocaso
y aquellas más afuera
ajenas de árboles piadosos
donde austeras casitas apenas se aventuran,
abrumadas por inmortales distancias,
a perderse en la honda visión
de cielo y llanura.
Son para el solitario una promesa
porque millares de almas singulares las pueblan,
únicas ante Dios y en el tiempo
y sin duda preciosas.
Hacia el Oeste, el Norte y el Sur
se han desplegado -y son también la patria- las calles;
ojalá en los versos que trazo
estén esas banderas.
LA RECOLETA
Convencidos de caducidad
por tantas nobles certidumbres del polvo,
nos demoramos y bajamos la voz
entre las lentas filas de panteones,
cuya retórica de sombra y de mármol
promete o prefigura la deseable
dignidad de haber muerto.
Bellos son los sepulcros,
el desnudo latín y las trabadas fechas fatales,
la conjunción del mármol y de la flor
y las plazuelas con frescura de patio
y los muchos ayeres de a historia
hoy detenida y única.
Equivocamos esa paz con la muerte
y creemos anhelar nuestro fin
y anhelamos el sueño y la indiferencia.
Vibrante en las espadas y en la pasión
y dormida en la hiedra,
sólo la vida existe.
El espacio y el tiempo son normas suyas,
son instrumentos mágicos del alma,
y cuando ésta se apague,
se apagarán con ella el espacio, el tiempo y la muerte,
como al cesar la luz
caduca el simulacro de los espejos
que ya la tarde fue apagando.
Sombra benigna de los árboles,
viento con pájaros que sobre las ramas ondea,
alma que se dispersa entre otras almas,
fuera un milagro que alguna vez dejaran de ser,
milagro incomprensible,
aunque su imaginaria repetición
infame con horror nuestros días.
Estas cosas pensé en la Recoleta,
en el lugar de mi ceniza.
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